La fuerza deseante esconde en su seno un problema tan irresoluble para la lógica como capital para la vida: el del comienzo del movimiento. Si el deseo es aquello que pone en movimiento, ¿quién pone en movimiento al deseo? Aristóteles había imaginado que podía existir algo así como un motor inmóvil. No es casual que entre las diversas genealogías de Eros, que representa el deseo, exista la tendencia a pensarlo como deidad primordial.
El nacimiento del deseo nos obliga a afrontar una tensión que es paradójica. En el relato del Génesis, esta paradoja es doble: un jardín perfecto en que hay una prohibición, y una transgresión curiosa que acontece antes de que los humanos adquieran la curiosidad. De acuerdo con el texto, antes de comer del fruto prohibido, Adán y Eva tenían los ojos cerrados, es decir, carecían de impulso curioso (propio de la esfera erótica), ¿por qué, entonces, Eva deseó comer del árbol del conocimiento del bien y del mal?La filósofa argentina Florencia Abadi protagonizó esta charla en la que desarrolló sus ideas y pensamientos en torno a uno de los aspectos más intrínsecos del ser humano: el deseo.
QUIENES PARTICIPAN
Florencia Abadi
Es doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, investigadora adjunta del CONICET y docente de Estética en el Departamentos de Filosofía y de Artes de la Universidad de Buenos Aires…
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