Hijos de medianoche (1981) situó a Rushdie entre los grandes. Después han seguido diez novelas de renombre mundial. Rushdie tiene ese don que es saber contar una historia. Es un toque indefinible, pero que se reconoce de inmediato. Las novelas se mueven en lugares, épocas y ambientes diferentes. Puede ser Cachemira o Bombay en tiempos de Gandhi, alguna ciudad de Pakistán, Florencia renacentista, el rock & roll de los años noventa… El lector siente que a Rushdie le falta tiempo para contar todo lo que tiene que contar. En su escritura anhelante, cada vida humana, cada tema, cada lugar se desgrana en una infinidad de historias fantásticas. No es raro, entonces, que su última novela, Quijote (2019), reescriba El Quijote, que va por la vida como por las páginas de una novela. Su Quijote es un agente de ventas, cuya Dulcinea es una estrella de televisión. El viaje hacia ella se salpica de aventuras en las que se desata el ingenio, el humor, la inteligencia y la desbordante imaginación del escritor. No hay duda: Rushdie, como El Quijote, ficcionaliza todo lo que ve y todo lo que toca. La conversación comienza aquí.
Actividad en inglés subtitulada en español.