“Me confronta como un milagro que brota del desierto y de todas las personas que sueñan con un mundo más cariñoso” dijo el escultor Mario Irarrázabal de una de sus obras más icónicas: La Mano del Desierto. Emplazada en el desierto de Atacama, una mano de 11 metros emerge desde la tierra, impactando con su grandiosidad a los visitantes. Es un ícono de Antofagasta, referente simbólico para los viajeros y parte de la cultura popular de Chile. La Mano del Desierto fue inaugurada en 1992, en el kilómetro 1.300 de la Panamericana Norte. Una estructura de ferrocemento que se integra armónicamente con la inmensidad del desierto. Una obra de arte, un destino turístico, un escenario ideal para aficionados a la fotografía y la protagonista de un sinnúmero de publicidades, anécdotas e historias.
En esta conversación junto a su autor, se abordó la verdadera epopeya que significó la creación e instalación de la Mano en el Desierto, en compañía de un valioso archivo fotográfico como registro testimonial de su construcción y los efectos que esta importante escultura genera hasta el día de hoy.
QUIENES PARTICIPAN
Mario Irarrázabal
Tras terminar sus estudios escolares, se mudó a Estados Unidos donde pasó cinco años en el seminario de la Congregación de Santa Cruz y estudió en la Universidad de Notre Dame, donde obtuvo un bachiller en Arte y Filosofía y un máster en Bellas Artes. Continuó su formación teológica en la Universidad Gregoriana (Italia) y estudió escultura en Alemania Occidental con el escultor Waldemar Otto…
Leer másAngelica Bulnes
Se tituló de periodista por la Universidad Católica y es magíster en Ciencias políticas y comunicaciones de la London School of Economics (Inglaterra)…
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